Sunday May 26, 2024 Solemnity of the Most Holy Trinity
“Jesus approached and said to them, ‘All power in heaven and on earth has been given to me. Go therefore and make disciples of all nations, baptizing them in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit, teaching them to observe all that I have commanded you.” Matthew 28:18-20.
“O Trinity, eternal Trinity! Fire, abyss of love ... Was it necessary that you should give even the Holy Trinity as food for souls? You gave us not only your Word through the Redemption and in the Eucharist, but you also gave yourself in the fullness of love for your creature.” St. Catherine of Siena.
My Jesus, You have returned us to Our Father, filled us with the Holy Spirit, and given us Yourself, body, blood, soul, and divinity. We live in communion with the Trinity, one God, indwelling in us and us in You. Pour out your grace, that our hearts may live in this stunning truth. Amen.
Domingo 26 de mayo 2024 Solemnidad de la Santísima Trinidad
"Jesús se acercó y les dijo: 'Todo poder en el cielo y en la tierra me ha sido dado. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado." Mateo 28:18-20.
"¡Oh Trinidad, Trinidad eterna! Fuego, abismo de amor... ¿Era necesario que dieras incluso a la Santísima Trinidad como alimento para las almas? No solo nos diste tu Palabra a través de la Redención y en la Eucaristía, sino que también te entregaste a ti mismo en la plenitud del amor por tu criatura". Santa Catalina de Siena.
Jesús mío, Tú nos has devuelto a Nuestro Padre, nos has llenado del Espíritu Santo y te has dado a Ti mismo, cuerpo, sangre, alma y divinidad. Vivimos en comunión con la Trinidad, un solo Dios, que habita en nosotros y nosotros en Ti. Derrama tu gracia, para que nuestros corazones vivan en esta asombrosa verdad. Amén
Homily for Trinity Sunday by Deacon Mike Betliskey
There is an ancient and much-repeated story about St. Augustine. He was walking by the seashore one day, attempting to conceive of an intelligible explanation for the mystery of the Trinity. As he walked along, he saw a small boy on the beach, pouring seawater from a shell into a small hole in the sand. Augustine asked, “What are you doing, my child?” The boy answered with an innocent smile, “I am trying to empty the sea into this hole.” Augustine replied, “But that is impossible, my dear child.” The boy stood up, looked straight into the eyes of Augustine, and replied, “What you are trying to do by comprehending the immensity of God with your small head, which is impossible.” Then he vanished. The child was an angel sent by God to teach Augustine a lesson. We can understand something of the Mystery of the Holy Trinity more readily with our hearts than with our feeble minds. Later, Augustine wrote: “You see the Trinity if you see love.” According to him, the Father is the lover, the Son is the loved one, and the Holy Spirit is the personification of the very act of loving. The Father demonstrated His love through His Son sacrificing Himself on the cross to restore our relationship, severed by the sin of Adam and Eve. The Father, Son, and Holy Spirit are the eternal love of one God who gives us physical and spiritual life and freely gives countless gifts.
God’s loving purpose in creating us was to have a personal, intimate relationship with us. He creates, saves, and graces us along our faith journey to our Heavenly home, where we will see Him face-to-face. He continually calls and sustains our ongoing relationship with Him.
Through the Sacrament of Baptism, our triune God dwells within us. Through our adoption at Baptism, we become His adopted children. The Spirit instills in our hearts the ability to call God the Father “Abba,” a term of endearment meaning Daddy, reflecting the depth of our relationship with Him.
Our baptismal commission is not merely about being in a relationship with God; it is a call to form communities that embody the love of God. Jesus, in His infinite love, has entrusted us with His power to gather all of humanity into the loving embrace of the Trinity. He empowers us to manifest God’s presence as a witness for those around us. As revealed by Jesus, we live a Spirit-filled, virtuous life. This life projects love, respect, honesty, chastity, justice, nonviolence, readiness to reconcile with others, and more.
As we walk along the Carpinteria beach reflecting upon God, if we encounter St. Augustine’s angel pouring seawater from a shell into a small hole in the sand, may that angel guide our hearts to a deeper relationship with God.
Homilía para el Domingo de la Trinidad by Deacon Mike Betliskey
Hay una historia antigua y muy repetida sobre San Agustín. Un día caminaba por la orilla del mar, intentando concebir una explicación inteligible al misterio de la Trinidad. Mientras caminaba, vio a un niño pequeño en la playa, vertiendo agua de mar de una concha en un pequeño agujero en la arena. Agustín preguntó: "¿Qué estás haciendo, hija mía?" El niño respondió con una sonrisa inocente: "Estoy tratando de vaciar el mar en este agujero". Agustín respondió: "Pero eso es imposible, mi querida hija". El niño se puso de pie, miró directamente a los ojos de Agustín y respondió: “Lo que intentas hacer al comprender la inmensidad de Dios con tu pequeña cabeza, es imposible”. Luego desapareció. El niño era un ángel enviado por Dios para darle una lección a Agustín. Podemos comprender algo del Misterio de la Santísima Trinidad más fácilmente con nuestro corazón que con nuestra mente débil. Más tarde, Agustín escribió: “Ves la Trinidad si ves el amor”. Según él, el Padre es el amante, el Hijo es el amado y el Espíritu Santo es la personificación del acto mismo de amar. El Padre demostró Su amor a través de Su Hijo sacrificándose en la cruz para restaurar nuestra relación, cortada por el pecado de Adán y Eva. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el amor eterno de un solo Dios que nos da vida física y espiritual y gratuitamente nos da innumerables dones.
El propósito amoroso de Dios al crearnos fue tener una relación personal e íntima con nosotros. Él nos crea, nos salva y nos honra a lo largo de nuestro viaje de fe hacia nuestro hogar celestial, donde lo veremos cara a cara. Él continuamente llama y sostiene nuestra relación continua con Él.
A través del Sacramento del Bautismo, nuestro Dios trino habita en nosotros. A través de nuestra adopción en el bautismo, nos convertimos en sus hijos adoptivos. El Espíritu infunde en nuestros corazones la capacidad de llamar a Dios Padre “Abba”, un término cariñoso que significa papá y que refleja la profundidad de nuestra relación con Él.
Nuestra comisión bautismal no se trata simplemente de tener una relación con Dios; es un llamado a formar comunidades que encarnen el amor de Dios. Jesús, en su infinito amor, nos ha confiado su poder para reunir a toda la humanidad en el amoroso abrazo de la Trinidad. Nos da poder para manifestar la presencia de Dios como testigo para quienes nos rodean. Como lo reveló Jesús, vivimos una vida virtuosa y llena del Espíritu. Esta vida proyecta amor, respeto, honestidad, castidad, justicia, no violencia, disposición a reconciliarse con los demás y más.
Mientras caminamos por la playa de Carpintería reflexionando sobre Dios, si nos encontramos con el ángel de San Agustín vertiendo agua de mar de una concha en un pequeño agujero en la arena, que ese ángel guíe nuestros corazones hacia una relación más profunda con Dios.