“I am the vine, you are the branches. Whoever remains in me and I in him will bear much fruit, because without me you can do nothing…By this is my Father glorified, that you bear much fruit and become my disciples.” John 15:5,8.
“Only if people change will the world change; people need the light that comes from God, the light which so unexpectedly . . . entered into our night.” Pope Benedict XVI.
My Jesus, keep us tethered to You. We can find so many distractions and easily go our own way, forgetting You are our life’s blood. Help us learn day by day what it means to remain in You. We have no way of bearing Your love to the world but that You remain in us and we in You. Amen.
Domingo 28 de abril 2024
"Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, dará mucho fruto, porque sin mí nada pueden hacer... En esto es glorificado mi Padre: en que den mucho fruto y sean mis discípulos". Juan 15:5,8.
"Solo si las personas cambian, el mundo cambiará; la gente necesita la luz que viene de Dios, la luz que tan inesperadamente . . . entró en nuestra noche". Papa Benedicto XVI.
Jesús mío, mantennos atados a Ti. Podemos encontrar tantas distracciones y seguir fácilmente nuestro propio camino, olvidando que Tú eres la sangre de nuestra vida. Ayúdanos a aprender día a día lo que significa permanecer en Ti. No tenemos otra manera de llevar Tu amor al mundo que Tú permanezcas en nosotros y nosotros en Ti. Amén.
Homily for the 5th Sunday of Easter by Deacon Mike Betliskey
Today’s readings focus on bearing abundant fruit as part of our vocational calling. In the first two readings, Saints Paul and John bore abundant fruit through being rooted in Christ. Their witness to and exhortations about Christ led many to believe in, live for, and even die for Jesus.
Drawing imagery from Isaiah and the Psalms, the Gospel portrays Jesus and His followers as the vine and branches. Growing grapes is a challenging feat. They require deep, well-cultivated soil nurtured, tilled, weeded, and watered. Sunlight is vital, especially near harvest time. They thrive in temperatures between 50˚ to 90˚ and humidity between 40% and 70%. If necessary, you should fertilize grapes in early spring. Compost provides nutrients, while mulch can keep them too cool and impede their growth. The best time to prune the branches yearly is when the plants are leafless in the late winter or early spring to produce maximum yields of high-quality fruit. Remove the branches that produced fruit previously and keep a few strong stems, training them on wires or a trellis. Shorten them to fit the space and prune everything else off. If you leave a vine unpruned, it will produce many more grape clusters than it can ripen, causing the entire plant to weaken under the strain of the ripening fruit.
Jesus, the vine, provides rootedness and stability. As Christ’s branches, we grow abundant fruit when God tills the soil of our souls to produce the best out of us. Christ nurtures us with the Eucharist. He is our food and drink, our sustenance. He becomes part of us, and we are a part of Him. We must live in His light to drive out the darkness of evil, vices, and sins. The Spirit weeds out sin through Confession and waters us with the Word of God to show us how to be more productive. He fertilizes us with His Grace to heal, transform, and grow closer to God. He composts the soil of our soul with the nutrients of His love that help us grow into mature, abundantly fruitful disciples. He guides us to live temperate, productive lives filled with virtues manifesting in how we love and respect others. Pruning promotes the health of the whole person. The Father prunes us to remove the old, unproductive selves so that our loving, caring, humble, obedient new ones grow and bear much fruit by serving, living for, and loving God and others more.
We have no being or life apart from the Father, Son, and Holy Spirit. To live apart from God is an empty, unfulfilling life. Our deepening, ongoing relationship with God is how we bear abundant fruit.
Homilía para el V Domingo de Pascua by Deacon Mike Betliskey
Las lecturas de hoy se centran en dar frutos abundantes como parte de nuestro llamado vocacional. En las dos primeras lecturas, los santos Pablo y Juan dieron frutos abundantes al estar arraigados en Cristo. Su testimonio y exhortaciones acerca de Cristo llevaron a muchos a creer, vivir e incluso morir por Jesús.
Basándose en imágenes de Isaías y los Salmos, el Evangelio retrata a Jesús y sus seguidores como la vid y los pámpanos. Cultivar uvas es una hazaña desafiante. Requieren un suelo profundo, bien cultivado, nutrido, labrado, desherbado y regado. La luz del sol es vital, especialmente cerca del momento de la cosecha. Prosperan en temperaturas entre 50˚ y 90˚ y una humedad entre el 40% y el 70%. Si es necesario, conviene fertilizar las uvas a principios de primavera. El abono proporciona nutrientes, mientras que el mantillo puede mantenerlos demasiado frescos e impedir su crecimiento. El mejor momento para podar las ramas anualmente es cuando las plantas están sin hojas a finales del invierno o principios de la primavera para producir la máxima producción de fruta de alta calidad. Retire las ramas que produjeron frutos anteriormente y conserve algunos tallos fuertes, colocándolos en alambres o en un enrejado. Acórtalos para que se ajusten al espacio y poda todo lo demás. Si se deja una vid sin podar, producirá muchos más racimos de uva de los que puede madurar, lo que hará que toda la planta se debilite bajo la presión de la fruta madura.
Jesús, la vid, proporciona arraigo y estabilidad. Como ramas de Cristo, producimos abundantes frutos cuando Dios labra la tierra de nuestras almas para producir lo mejor de nosotros. Cristo nos nutre con la Eucaristía. Él es nuestra comida y bebida, nuestro sustento. Él se vuelve parte de nosotros y nosotros somos parte de Él. Debemos vivir en Su luz para expulsar las tinieblas del mal, los vicios y los pecados. El Espíritu elimina el pecado a través de la Confesión y nos riega con la Palabra de Dios para mostrarnos cómo ser más productivos. Él nos fertiliza con Su Gracia para sanar, transformar y acercarnos a Dios. Él abona la tierra de nuestra alma con los nutrientes de su amor que nos ayudan a convertirnos en discípulos maduros y abundantemente fructíferos. Él nos guía a vivir una vida templada, productiva y llena de virtudes que se manifiestan en cómo amamos y respetamos a los demás. La poda promueve la salud de toda la persona. El Padre nos poda para eliminar los viejos e improductivos seres, de modo que nuestros nuevos seres amorosos, bondadosos, humildes y obedientes crezcan y den mucho fruto al servir, vivir y amar más a Dios y a los demás.
No tenemos ser ni vida aparte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Vivir apartado de Dios es una vida vacía e insatisfactoria. Nuestra relación cada vez más profunda y continua con Dios es la forma en que damos frutos abundantes.